Lunes de la XV Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1.
No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa". Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.
COMENTARIO
"No vine a traer la paz, sino la espada". Sin duda, estas palabras suenan extrañas en la boca de Jesús, o bien porque no cuadra con la imágen que nos hemos hecho de Él, o quizás porque no la entendemos bien.
Muchas veces pensamos que el ser cristiano significa no enojarse por nada, mantener una actitud casi "plana" ante todo, sin emocionarnos verdaderamente por nada...(como la ataraxia de los estoicos). Claro que Jesús ha venido a traer la paz -recordemos cómo Él envía a sus discípulos para que lleven la Paz, y que si las personas a las que llevan la Buena Nueva no son personas de paz, esa paz no permanecerá en ellas- pero esa paz es fruto de la espada. ¿Qué espada?
La escritura habla en su momento de la espada de dos filos, que entra hasta lo más profundo de nuestro ser y separa en nuestro interior lo más "medular". Es la que discierne, es la que deja en evidencia las más fuertes intenciones. Y es allí donde vemos si somos o no verdaderamente de Cristo, y será esto lo que provoque la división: los que siguen a Jesús y los que no. Por eso se enfrentarán al interior de una misma familia, y esto será motivo de sufrimiento.
O elegimos el camino de la Vida, o elegimos el camino de la muerte. No hay término medio. Sólo así podremos ganar la Vida, la que Jesucristo está dispuesto a darnos.
¿Has querido vivir tu compromiso cristiano y te has sentido desalentado/a por tu familia? ¿Por tu esposo/a? ¿por tus hijos/as? ¿Por tus papás o por tus hermanos/as? ¿Te has tenido que enfrentar a ellos? Pídele al Señor que él ponga ese espíritu de discernimiento en tu corazón, para obrar rectamente; y que te dé la fortaleza para, en toda circunstancia, no apartarte del camino que conduce a la Vida.
DWV.
Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1.
No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa". Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.
COMENTARIO
"No vine a traer la paz, sino la espada". Sin duda, estas palabras suenan extrañas en la boca de Jesús, o bien porque no cuadra con la imágen que nos hemos hecho de Él, o quizás porque no la entendemos bien.
Muchas veces pensamos que el ser cristiano significa no enojarse por nada, mantener una actitud casi "plana" ante todo, sin emocionarnos verdaderamente por nada...(como la ataraxia de los estoicos). Claro que Jesús ha venido a traer la paz -recordemos cómo Él envía a sus discípulos para que lleven la Paz, y que si las personas a las que llevan la Buena Nueva no son personas de paz, esa paz no permanecerá en ellas- pero esa paz es fruto de la espada. ¿Qué espada?
La escritura habla en su momento de la espada de dos filos, que entra hasta lo más profundo de nuestro ser y separa en nuestro interior lo más "medular". Es la que discierne, es la que deja en evidencia las más fuertes intenciones. Y es allí donde vemos si somos o no verdaderamente de Cristo, y será esto lo que provoque la división: los que siguen a Jesús y los que no. Por eso se enfrentarán al interior de una misma familia, y esto será motivo de sufrimiento.
O elegimos el camino de la Vida, o elegimos el camino de la muerte. No hay término medio. Sólo así podremos ganar la Vida, la que Jesucristo está dispuesto a darnos.
¿Has querido vivir tu compromiso cristiano y te has sentido desalentado/a por tu familia? ¿Por tu esposo/a? ¿por tus hijos/as? ¿Por tus papás o por tus hermanos/as? ¿Te has tenido que enfrentar a ellos? Pídele al Señor que él ponga ese espíritu de discernimiento en tu corazón, para obrar rectamente; y que te dé la fortaleza para, en toda circunstancia, no apartarte del camino que conduce a la Vida.
DWV.
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