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lunes, 8 de noviembre de 2010

Evangelio del Día 09/11/2010


La Dedicación de la Basílica de Letrán (Catedral del Papa)

Evangelio según San Juan 2,13-22.

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio". Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

COMENTARIO

Jesús es el nuevo Templo, el lugar donde habita el Espíritu de Dios, el lugar de encuentro con Dios. San Pablo mantendrá ese palalelismo al llamarnos "Templos del Espíritu Santo", en referencia a nuestros cuerpos. Adorar a Dios, por tanto, en Espíritu y en verdad, como le decía Jesús a la Samaritana, es reconocer esta dimensión espiritual de nuestro cuerpo, no necesitamos de una presencia física de un templo para adorarle y darle culto, porque esa asoración y culto la hacemos EN nosotros mismos.

Sin embargo, la edificación física de templos, dedicados al culto, como en la fiesta de hoy, nos recuerda también el carácter comunitario de nuestra adoración y culto a Dios. Ese espacio común que nos permite orar juntos, cantar las alabanzas al Dios de la Vida, participar de la escucha de su Palabra y su instrucción, del mismo modo que recibir la mayor parte de los sacramentos, esos signos de amor que derraman la Gracia de Dios.

¡Ven, Espíritu Santo! ¡Ven a habitar en este cuerpo que necesita de ti, ven y haz tu morada en mí, embellece este Templo para que luzca radiante, como novia que se adorna en la presencia del Amado!

DWV

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