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viernes, 19 de noviembre de 2010

Evangelio del Día 20/11/2010

Sábado de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario

Evangelio según San Lucas 20,27-40.

Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?". Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él". Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: "Maestro, has hablado bien". Y ya no se atrevían a preguntarle nada.

COMENTARIO
Nuestro Dios es un Dios de vivos, un Dios de la Vida, no un Dios de muertos. Eso es lo que Jesús quiere decirnos. La confianza en la Resurrección le permite a Jesús ofrecernos esa misma esperanza a nosotros, mediada ya por la propia experiencia de la Resurrección de Jesucristo.

Hay también, en la respuesta de Jesús una crítica al modo en el que se plantea y se vive la unión matrimonial: es vista como la posesión de un objeto. Le preguntan de quién será mujer, ella, como un objeto, posesión de cual de los hermanos será, quién la detentará como posesión suya. En el reino de Dios, es decir, cuando Dios reine, no habrá ya este tipo de posesión, no tendrá sentido la vida sexual orientada a la procreación, como modo de perpetuación de la especie.

Nos propone, por tanto, un modo en el que vivamos esa relación con Dios y con los demás, donde la posesión pierde sentido, donde la mujer no podrá ya seguir siendo tratada como un objeto, y se la disputen como si fuese cualquier otra cosa. En esa plenitud de la dignidad de la persona será en que se comenzará a disfrutar de esa Vida plena, pero que no nos aparta de nuestro compromiso: recordar a Moisés y la experiencia de la zarza, es también recordarnos su misión liberadora, precisamente la que los hijos de Dios, su pueblo, tengan vida.

DWV

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