
Jesús alerta a sus discípulos las dificultades que van a enfrentar; parece que se acaba el mundo, pero no debe preocuparnos en demasía, porque Dios acompaña el caminar del hombre. Es ÉL el defensor, la Sabiduría; de modo que será su propia presencia -la presencia de Dios- la que actuará como proclamadora de la Verdad. San Juan será quien recoja de otro modo estas acciones de Dios y las sistematice en la persona del Espíritu Santo: defensor, intérprete, recordador, verdadero, etc.
La perseverancia, la constancia es la que nos otorgará esa salvación que viene de Dios. Si creemos que Dios nos acompaña -y así, ningún cabello de nuestra cabeza se caerá- podremos ver cómo son de caducas las cosas -la belleza del templo será una belleza pasajera- y también las dificultades. Toda esta realidad será transformada, y los justos -los que hacen la voluntad de Dios- saldrán victoriosos.
Muchas veces podemos caer en la exterioridad de los ritos, en la apreciación excesiva de la belleza material y olvidar este llamado de Jesús a ver lo más importante: el testimonio de fidelidad a Dios. Reconocer que estamos en las manos de Dios, y que tiene nuestros nombres tatuados en ellas.
DWV
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